martes, 5 de mayo de 2009

Alejandra

La conocí un día de lluvia, ella caminaba apresurada por las calles de Santiago y yo danzaba bajo la lluvia. Se le voló el paraguas, y con la cara toda mojada y el rimel rozando sus mejillas lanzó un grito algo estrambótico que interrumpió mi embobada danza.
Discutimos porque choqué con ella. Pues como no chocar si lanzó un grito desesperado al cielo, y yo mirándola le dije que que iba tan mal, si la lluvia estaba encantadora. Ella me respondió que todo, y al instante estaba llorando en mi hombro. La lluvia de ese julio nos empapó hasta las botas, y la invité a mi departamento que quedaba a 3 cuadras de Providencia con Lyon.
Más calmadas ambas tomamos un café. Ella me contó que había terminado con su novia, y que cuando chocamos iba rumbo a comprarle flores para que volviesen, entonces, cuando se le voló el paraguas, recordó la cruda escena de su amada con su mejor amiga acariciándose, y de allí vino el desesperado grito. Yo le dije que lo sentía, pero que debía ser fuerte, que su amada no era la única mujer que existía en el mundo, y justo cuando le decía esto para calmarla ella notó la bandera gay que tengo colgada en mi living. Me preguntó si era lesbiana, le dije que si. Seguimos tomando café y charlando. Música, deportes y pubs en común, todo indicaba que nos habíamos visto antes, pero yo no la recordaba, y era imposible olvidarme de aquella pálida piel acompañada de un cabello negro azabache, al igual que sus expresivos ojos.
Ella me dijo que se sentia avergonzada, su ropa estaba toda empapada y su cara llena de maquillaje corrido. Le presté un pantalón, mi polera favorita y un abrigo, claro, todo esto lleno de mi perfume. Ella debía irse, pero quedó en llegar ese mismo día a mi dpto a las 19.00.
Yo embobada le dije que sí, ordené mi cuarto y todo mi departamento, lo dejé casi como cuando venían mis padres a visitarme, pero tenía un toque más seductor, ¿Eran acaso las rosas rojas en el centro de la mesa? Sí, sin duda lo eran, su perfume era inconfundible, al igual que el mío impregnado en la ropa que le pasé.
Llegó 5 minutos antes, valla, más que puntual. Llevaba unas botas largas y un abrigo, pero cuando entró me dejó simplemente boquiabierta. Con su vesido rojo ceñido al cuerpo que combinaba con mis rosas rojas y su collar decorando su blanco pecho. Ah! Esa desconocida me encantaba.
Cenamos y luego contemplamos la ciudad desde mi balcón. Unos cuantos cigarrillos más la lluvia invernal, más que perfecto. De a poco comencé a acercarme a ella, hasta que al terminar la velada estabamos completamente abrazadas.
Se nos hizo demasiado tarde conversando, y yo le ofrecí quedarse en mi departamento, ella aceptó encantada.
Dormimos en la misma cama, abrazadas tal cual como si fuésemos unas recién asumidas, pero no importaba, ella me encantaba, y yo estaba tan tímida.
Al otro día se marchó sin que me diese cuenta, desperté muy apenada, pero a la media hora llegó con una bandeja y un desayuno increíble, y es que había bajado al Starbucks y me había traido un Frapuchino de chocolate, mi favorito.
Seguimos viéndonos así semanas, hasta que acabamos enamorándonos, ella con su corazón fragmentado que yo curé y yo olvidando a mi ex novia, quien había fallecido. Me dijo si quería ser su novia, acepté fascinada. Esa misma noche fuimos a bailar a Club Miel, porque era la disco homosexual más cercana.Todo fué tan mágico, y ella era perfecta.
De eso hace tres años y medio, hoy vivimos en mi departamento y planeamos viajar a España, queremos adoptar niñitas. Es que Alejandra es la mujer que siempre soñé . Mientras escribo esto ella salió de compras con sus padres, están de aniversario. Hoy llevaba el mismo vestido rojo ceñido al cuerpo, el mismo collar y el mismo perfume, cuando la vi simplemente la abracé y respiré de su aroma. Ella me sonrió y me dijo "como la primera vez". Luego, coquetamente fué de compras, y para cuando vuelva este departamento estará arreglado, como la primera vez.
 

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